viernes, 1 de diciembre de 2017

ENTRE LA DESCALIFICACIÓN HETERONORMADA Y EL GAYMACHISMO DÍA MUNDIAL DE LUCHA CONTRA EL SIDA

1° de Diciembre
"Por mis gozosos amigos" 


Durante todo el día he venido realizando actividades para conmemorar el día en que el mundo recuerda la lucha contra el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), una serie de actos previos y anticipados que culminan el día de hoy, para inmortalizar a nuestros caídos, demandar mejores políticas públicas de prevención e investigación, evidenciar la insuficiencia de tratamientos retrovirales y la no discriminación que aún persiste; porque no solo ha mutado el virus sino que junto con él la misma discriminación.

Y sigo percatándome, desgraciadamente, de las nuevas formas de discriminación que hoy en día prevalecen en nuestra sociedad, por lo menos, de lo que me he podido dar cuenta en estos últimos años, y que hoy como era de esperarse lo volví a escuchar, llevándome nuevamente a ese rincón donde se revelan serias reflexiones muy fuera de la normalidad.

Ya que resulta, que hemos pasado de una discriminación abierta y activa, a una discreta y mucho más pasiva, una correctamente política, al tener una actitud piadosa ante las víctimas del virus, pero que igualmente estigmatizan y condenan.

Esta migración se concentra en responsabilizar a quien adquiere el virus, endosándole la culpa por medio de la responsabilidad deontológica, poniendo de nuevo el dedo en las prácticas sexuales y el modo en cómo se debe de realizar, lo que termina en calificar la orientación sexual de las personas.

Pero quizás, sí tomamos la responsabilidad y la observamos desde una visión epistemológica, podríamos observar el traslado de la culpa por medio de la utilización de la responsabilidad a través de un razonamiento dicotómico del mismo. Es decir, la responsabilidad interpretada como la falta de prevención de manera absoluta, imputada a quien la vive para calificarlo de bueno o malo, aceptable o inaceptable su práctica sexual, tiene alcances más allá de la relación sexual que llevó al contagio, ese instante o momento coital que abarca en su alcance a la orientación sexual como una preferencia en términos tradicionalistas, la cual se ubica en los campos de la moralidad religiosa.

Esto implica tal vez reflexionar y comprender, sin caer en la calificación “moraloide” de las costumbres y prácticas sociales que le dan forma y cohesión a la población de los varones disidentes sexuales. Para ayudarme a esta reflexión, me iré a la raíz latina de la palabra responsabilidad; para poder entender mejor de que se trata el razonamiento epistemológico que torpemente intento plantear.

Así pues, “responsum”, evoca a la forma latina del verbo responder y no de prever, ya que la prevención es, en su raíz latina compuesta por dos vocablos resultante en “praevenire”, significando la preparación con anticipación de lo necesario para un fin, y que vendría siendo por deducción argumentativa una forma quizás de responder; sin embargo el responsum de una manera alternativa se entiende como habilidad para responder.

Esta habilidad de responder, tendría por fuerza que pensar y vislumbrar las dinámicas internas sociales del significado y valoración que se realizan, un posible inicio se puede encontrar en el estudio y comprensión de las relaciones sexuales “inafectivas” (carentes de afectividad), o más profundo aún, de las relaciones sexuales desvinculadas, es decir, que no generan un vínculo entre quienes la realizan, ya que la “inafectividad” se encuentra en una dudosa legitimidad argumentativa, ya que no está comprobado que no se sienta ningún tipo de afectividad entre quienes la practican como afirma la hegemónica doctrina.

Pero es desde esa hegemonía heterosexual normada que se realiza el diseño de la responsabilidad ante el SIDA, es decir, la forma en que se respondió y se responde, es a partir de las concepciones hegemónicas que controla la corporeidad sexuada; y que al no ser parte de ese hegemon sus acciones carecen de sustancialidad en la significación de la minoría a la que intenta llegar, por tanto, no se toman en cuenta los hábitos y costumbres de la población mayormente afectada, la cual requirió ya para este entonces, del conocimiento de las relaciones sexuales como mecanismo y modo de interlocución social. Para ello, se tendría que dejar a lado las visiones psicológico-religiosas, que en un primer acercamiento tumbaría el significado de promiscuidad de un solo golpe.

Ya que estaríamos hablando de la comprensión de las relaciones sexuales sin afectividad obligatoriamente necesaria, ni vinculatoriedad forzada; sino como una parte cotidiana de las prácticas intra-grupales, que tampoco se pueden calificar de manera totalitaria como absolutas pero sí como más frecuentes; otro error en la manera en la habilidad de cómo se responde en la actuación, es presuponer que una persona solo desempeña un rol sexual en la relación, atendiendo al razonamiento del machismo que dicotómiza al penetrado como pasivo y figura femenina  y el activo quien penetra y representa la figura masculina como clausula pétrea, pero que en la realidad esto no sucede así, sino que una persona toma los dos roles dejando sin contenido el diseño hegemónico para responder.

Tampoco, se ha estudiado para responder de manera sustancial, el resultado de la culpabilidad social endosada por medio de la falta de responsabilidad, y que en un culmen, allá por los años 90´s, ha desembocado en el contagio voluntario para dejar de temerle y poder proseguir o continuar con sus vidas.

Hoy en día, la manera en cómo se afronta el temor, es a partir del enfrentamiento ante un supuesto destino manifiesto, recurriendo al pensamiento de comprenderle como una enfermedad crónica, como si fuera diabetes, sin percibir que puede ser degenerativa, luego entonces las relaciones sexuales se realizan a pelo, es decir, sin el uso del condón.

Uso que lo reflexiono como su antítesis, y me pregunto ¿este desuso responde a la falta de amor propio, estilo Cuauhtémoc Sánchez en un “grito desesperado”, o a la falta de conciencia, como muchas personas afirman? y pues solo logro entender que no es así, que las relaciones se dieron en contextos diferentes a ello, según me afirman mis amigos en charlas confesionales; logro identificar un componente común en todos ellos, la falta de credulidad en que pueden contagiarse, en un tipo de lógica como si fueran inmunes por pensamiento, ajenos completamente, lo que me lleva a recordar el pensamiento machista de que ellos nunca se enferman, y que nunca les pasa nada porque eso es para débiles, incluso me llama la atención del uso de estereotipos hiper masculinizados para seleccionar a la persona con quienes tendrán estos encuentros sexuales desvinculados, como lo hacen los machos en las cantinas.

Y pienso, entonces, sí no estaremos frente a un “endomachismo” o “gaymachismo” u “homomachismo” que nos cruza, y nos rebana por la mitad, mezclado con las prácticas sexuales disidentes con acciones machistas de supremacía corporal, de salud de HOMBRE, de fortaleza indómita que termina siendo arrasada por ese momento coital.

El uso del condón, atraviesa esa misma disección, será pensado como barrera al acceso corpóreo del objeto del deseo, sin importar el costo al mismo.  

Ergo las políticas públicas para luchar contra el SIDA jamás serán sustancialmente eficientes, hasta el momento que logremos erradicar el machismo o los machismos que atraviesan la gaydad o la bisexualidad. Que cierto es también, que tienen que ver con una práctica moral del coito, al mismo tiempo que no se ha tomado en cuenta para nada, las realidades que atraviesan los encuentros sexuales como prácticas sociales identitarias grupales desde la perspectiva de la población focal, sino desde la heteronormalidad.

Por la conquista de nuestros derechos.
Rodolfo Vitela Melgar

Ciudadano Libre